Cólera, inseguridad y pillajes tras el mortal terremoto en Perú
La cólera imperaba este sábado entre decenas de miles de damnificados, que tres días después del seísmo en Perú que dejó 500 muertos duermen en las calles a la espera de una ayuda humanitaria que llega con cuentagotas, mientras se multiplican los pillajes, la inseguridad y el descontento popular
Desesperación e impotencia son los sentimientos dominantes entre los miles de desamparados que deambulan por las calles de Pisco, ciudad a 240 kilómetros al sur de Lima y sobre el Océano Pacífico, la más afectada por el violento terremoto que azotó a todo el Perú el miércoles en la noche.
Aunque los organismos de socorro y el Gobierno han tenido una presencia masiva -el presidente peruano, Alan García, se halla en esta ciudad desde el jueves-, la canalización de la ayuda ha sido un verdadero cuello de botella, y esta situación ha generado una difícil situación de orden público.
Desde el viernes los saqueos y los robos se han multiplicado, lo que obligó al envío de 600 militares más, tanto a Pisco como a Chincha e Ica, las otras dos ciudades más destruidas, donde ya operaban otros 400 oficiales.
'Todos están a la intemperie, piensen en las criaturas (niños)', dice Antonio, un hombre de unos 30 años. 'Tenemos muchas necesidades y la ayuda no llega', se queja.
Este sábado varios pobladores intentaron saquear una tienda y los dueños dispararon al aire para dispersarlos, comprobó AFP. Esta situación está lejos de ser excepcional y, por el contrario, con el paso de las horas se está generalizando.
El viernes varios pobladores ya saquearon un camión y se vio a hombres que sacaban de allí pescado congelado.
En la vecina Chincha, mujeres y hombres provistos con palos de escoba intentaron llegar hasta un depósito de provisiones y fueron repelidos por efectivos militares, e incluso algunos otros pobladores intentaron saltar un muro de la base militar de Pisco, donde se canaliza toda la ayuda.
En la noche, cuando el frío y el miedo aumentan, varios pobladores de Pisco se reúnen en torno a una fogata cerca de los escombros, en medio de un olor acre producido por los ataúdes con cadáveres en descomposición.
Ya el jueves un poblador le dijo al presidente García: 'nos hacen falta ataúdes', y eso se comprueba en el hospital general San Juan de Dios, donde los cuerpos yacen en bolsas negras.
El panorama desolador se complica porque la tierra sigue temblando. El viernes en la noche un seísmo estremeció Pisco y muchas personas con casa prefirieron dormir al aire libre.
El Instituto Geofísico del Perú ha reportado más de 400 réplicas desde el terremoto del miércoles, que fue de 7,7 en la escala de Richter, y de 8 en la escala de magnitud del momento (Mw) que mide la energía generada por el sismo. Se trató del mas devastador seísmo de los últimos 40 años en Perú.
Mientras tanto los rescatistas siguen buscando bajo los escombros, cada vez con menos esperanza de encontrar supervivientes. La búsqueda principal se centra en la catedral de Pisco, que se derrumbó con unos 300 feligreses que en el momento del terremoto asistían a una misa de difuntos.
Los socorristas han indicado que en ese solo lugar se han sacado unos 80 cadáveres. El sacerdote, José Torres, que también había quedado sepultado entre los escombros, se salvó tras guarecerse bajo la cúpula caída y fue rescatado con vida y en buen estado de salud en la madrugada del viernes.
La ayuda, mientras, sigue llegando: aviones de Chile, Bolivia y Colombia con suministros, rescatistas procedentes de España, mientras la Unión Europea (UE) anunció que doblaba su apoyo financiero hasta 2 millones de euros.
Las cifras de la catástrofe todavía no son precisas: el presidente García habló el viernes de 497 muertos pero señaló que la cifra sin duda pasaría de los 500, coincidiendo con las suministradas por la Defensa Civil y el Cuerpo de Bomberos.
No hay, en cambio, una cifra consolidada de desaparecidos, mientras que los heridos suman más de 1.600 y el número de damnificados es de unos 200.000.
0 comentarios